martes, 16 de julio de 2013

Lo único seguro en marketing es el cambio

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El actual, es un mundo de cambios vertiginosos, paradojas sociales y una creciente complejidad. La dinámica de estos cambios ha afectado sustancialmente la forma en cómo los seres humanos ven el mundo, cómo se comunican y qué esperan de él. El marketing, en su constante búsqueda de oportunidades, tendencias y espacios dentro del inconsciente colectivo, ha evolucionado de manera grandiosa, especialmente en las últimas dos décadas.

Claramente, este desarrollo ha sido paralelo a la evolución del propio consumidor. Las nuevas tecnologías y especialmente internet, se convirtieron en el detonante para dar lugar a una nueva revolución: la de la información. Internet  democratizó la información, y por tanto, un consumidor empoderado empezaba a abrirse al mundo, descubriendo nuevas posibilidades, ampliando sus redes sociales y expandiendo su conocimiento como nunca se ha visto en la historia. Con este panorama que se le presentaba, el rol del marketing empresarial tuvo que pasar de sólo decir y proponer, a simplemente… escuchar atentamente.

La estructura y el tamaño de la empresa pasaron a segundo plano, lo que ahora pesa más que cualquier otra cosa son las relaciones diplomáticas, donde el embajador de la compañía es la propia marca. De la misma manera que pensamos en imágenes y no en palabras, pensamos en marcas y no en la empresa que está detrás en la fabricación. Con esto no se quiere decir que poco importa la estructura y organización de las operaciones de la empresa, pero sí ratificar que es la marca quien paga los platos rotos con las equivocaciones internas y la que es aclamada y vitoreada con los aciertos.

Kevin Roberts, uno de los autores más influyentes en el marketing de los últimos años, creó el concepto de Lovemarks, el cual presentó en un libro de igual nombre. Las lovemarks son amadas intensamente y respetadas por sus consumidores gracias a un fuerte contenido emocional acompañado de misterio, sensualidad e intimidad. “Las lovemarks saben que las personas que las aman, son apasionadas, emocionales y a menudo seres humanos irracionales. Saben que no son ni estadísticas, ni frases destacadas de las conclusiones de una de esas absurdas reuniones de grupo.”[1]

Hoy por hoy, estamos frente a un marketing más humano -no en vano, son muchos los psicólogos y antropólogos que trabajan para agencias de publicidad- con marcas de talla mundial que comprendieron que ser un símbolo reconocido no era suficiente; el objetivo era convertirse en íconos. Con respecto a este punto, resulta apropiado citar a Douglas Holt[2]:

(…) Estas marcas ganan las batallas contra la competencia no porque traigan beneficios distintivos, servicios confiables o tecnologías innovadoras (aunque podrían proveer todo eso). Tienen éxito porque forjan una profunda conexión con la cultura. En esencia compiten por una participación en la cultura.

Cuando te conviertes en parte de la cultura, el legado de la marca queda grabado en el tiempo, y esa es una apuesta que definitivamente vale la pena. Pero ¿de qué forma se puede adentrar en el terreno de lo cultural y alejarse rotundamente de que te conviertan con el tiempo en un simple commodity? Los recientes hallazgos del neuromarketing ofrecen una respuesta. Según Néstor Braidot, uno de los mayores expertos mundiales en neuromanagement, el neuromarketing se puede definir como “una disciplina moderna, producto de la convergencia de las neurociencias y el marketing, cuya finalidad es incorporar los conocimientos sobre los procesos cerebrales para mejorar  la eficacia de cada una de las acciones que determinan la relación de una organización con sus clientes”. Los procesos de compra son, en su gran mayoría, no conscientes y el neuromarketing basa sus estrategias en conectar la comunicación hacia los tres cerebros que poseen los seres humanos: el córtex (racional), límbico (emocional) y reptiliano (instintivo). Muchas empresas fallan en sus esfuerzos de marketing y lanzamiento de nuevos productos porque sólo tienen en cuenta uno de los tres (generalmente el racional, donde se analizan los rendimientos, el precio y otras variables lógicas) olvidando por completo el discurso dirigido a despertar emociones, y los códigos culturales propios del instinto humano. Lejos de ser una tendencia pasajera y una moda para escribir libros, el neuromarketing ha demostrado su gran asertividad y efectividad, por lo que son numerosas las multinacionales que contratan estudios propios para su negocio.

En marketing, todo está por crear… y las oportunidades están a la vuelta de la esquina. No importa la magnitud de nuestro consumo, siguen siendo enormes los vacíos que separan  lo que realmente queremos de los bienes y servicios con los que nos conformamos.[3] Como se anotó más arriba, la tecnología ha jugado un papel clave para conocer “la voz del consumidor”. Y es que no hay lugar más fidedigno para encontrar el verdadero pensar y sentir de la generación cibernauta que internet. Crowdfunding, Open Innovation y Co-Creation, son herramientas poderosas que usan las organizaciones que desean involucrar las ideas de las multitudes en su estrategia. Desde pedir propuestas al público para un nuevo sabor de patatas hasta la creación de una tienda global con subasta de ideas, estas prácticas buscan crear e innovar a partir de la mejor fuente: el propio consumidor. Ya decía alguien que la mejor forma de ganar poder es darlo, y en nuestros días esta máxima tiene total vigencia. El conocimiento sólo sirve para generar más conocimiento: “Usted, nosotros y un millón más podemos usar el mismo bloque de conocimiento sin disminuirlo. De hecho, cuanto mayor sea el número de gente que lo utilice, mayores probabilidades habrá de que alguien genere, con él, más conocimiento”.[4] La gestión del conocimiento, por lo tanto, resulta clave en el actual entorno de globalización, competitividad y desarrollo tecnológico para el éxito y la sostenibilidad en el tiempo de las organizaciones. En este contexto resulta realmente crítico desarrollar las habilidades de la empresa para adquirir información, transformarla en conocimiento, incorporarlo a la empresa como aprendizaje, compartirlo rápidamente y ponerlo en práctica.[5]

En un mundo en donde el conocimiento está colgando de los árboles, las fronteras son cada vez menos claras. La distancia entre lo privado y lo público se ha acortado, el valor de una idea paso a ser función del tiempo que demores en implementarla, y ahora resulta difícil reconocer quién no es un especialista en algo. Con este entorno de cambios radicales, una característica necesaria de cualquier organización que pretenda ser rentable y sostenible en el tiempo es la permeabilidad. En este aspecto, Gutiérrez-Rubí y Freire (2013) plantean un interrogante y ofrecen un acercamiento importante para el mismo:


¿Dónde empieza y acaba hoy el perímetro de una empresa? ¿Dónde acaba su presente y cuándo empieza a definirse su futuro? El biólogo Stuart Kauffman define el concepto de lo posible adyacente como una especie de futuro borroso que asoma por el borde del estado de las cosas, un mapa de todos los caminos que puede tomar el presente para reinventarse. El número de posibilidades es enorme, pero no infinito, tiene límites, aunque estos tienden a expandirse a medida que los exploramos. Explotar lo que sabemos hacer o explorar lo que debemos conocer. Este es el desafío que cada vez más nos interroga. Y sobre la base del cual se establecen las bases de la innovación.[6]

Claramente, el departamento de marketing ha adquirido mucha más relevancia dentro del organigrama empresarial. Su interacción con áreas como Investigación y Desarrollo (I+D) y Servicio al Cliente, soporta la presencia del CMO* en el direccionamiento de la estrategia de la compañía. La identificación de nuevas oportunidades, la generación de valor y la comunicación integral de la organización, son funciones que convierten a Marketing en el eje axial de la empresa moderna. El departamento ideal de marketing es un cocktail único de psicología social, narración de historias y visión estratégica del negocio: pensamiento global pero acción local.  Ahora su oficina es cualquier lugar, en medio de la calle cerca de las personas, y quizás los mejores briefs son las redes sociales y un grupo de portales con foros y recomendaciones.

Estos cambios decisivos han convertido al coolhunting o trendhunting en una interesante evolución que ha entrado a complementar la investigación de mercados tradicional. Según Manuel Serrano Ortega, Presidente de la Asociación Española de Coolhunting, ésta “es una disciplina que se dedica a identificar, analizar y aprovechar las tendencias sociales, en todos los sectores, con el objetivo de aprovecharlas comercial y económicamente.”[7]

Los  consumidores son cambiantes, cada vez más exigentes  y aunque creen ser “experimentados” están ávidos de nuevas y mejores experiencias, lo que se ha convertido en un reto constante para los marketeros que se enfrentan a mercados hipercompetitivos donde resulta difícil delimitar en dónde termina el producto y empieza el servicio, y viceversa. Cuando la calidad se da por supuesta y la lealtad del consumidor hacia las marcas nunca había estado tan baja, resulta imprescindible ofrecer experiencias cargadas de contenido emocional y valores que representen la marca. Los clientes no sólo adquieren productos o servicios, en realidad, las audiencias se acercan a una determinada marca porque comparten ciertos valores, ideas y marcos mentales, y porque se enlazan con una experiencia.[8]

Finalmente, podemos decir que el marketing desde su nacimiento ha sabido adaptarse al entorno social cambiante y su metamorfosis ha respondido a una evolución de cómo los seres humanos se relacionan con su entorno. Los retos siempre aparecerán (así sean con distintos nombres), pues la complejidad del comportamiento humano así lo requiere, y las marcas que quieran perdurar en el templo del corazón serán las que hablen el mismo idioma de sus consumidores y les susurren todos los días cuál es el motivo de su existencia.



[1] ROBERTS, Kevin. Lovemarks, el futuro más allá de las marcas: Empresa Activa, 2010, p 93
[2] HOLT, Douglas B.: ¿Qué transforma una marca en ícono? En: Harvard Business Review América Latina. Marzo (2003) p 3
[3] SLYWOTZKY, Adrian J.; WEBER, Karl. Demanda: Crear lo que las personas desean antes de que sepan qué quieren: Grupo Editorial Norma, Bogotá D.C., 2012, p 14
[4] TOFFLER, Alvin; TOFFLER, Heidi. La Revolución de la Riqueza: Random House Mondadori, Bogotá, 2010, p 154

[5] La importancia de la gestión del conocimiento y su impacto en la competitividad de las empresas.  [cited june 6 2013] Available from internet:

[6] GUTIÉRREZ-RUBÍ, Antoni; FREIRE, Juan. Manifiesto Crowd: La empresa y la inteligencia de las multitudes: Laboratorio de Tendencias, Madrid, 2013, p 18
[7] SERRANO O., Manuel. El libro blanco del Coolhunter: “Lideramos el presente, nos anticipamos al futuro”: Bubok Publishing, Madrid, 2011, p 12
[8] ALFARO, Elena et al. Customer Experience: Una visión multidimensional del marketing de experiencias: Libro Colaborativo. Licensed Creative Commons 3.0. Disponible en http://www.thecustomerexperience.es

*Siglas de Chief Manager Officer, el cargo más importante a nivel de marketing en la organización moderna. (Nota del Autor)